La Asociación Cultural “Cuesta de la Romana”, de la localidad salmantina de Candelario, organiza cada segundo domingo de agosto la celebración de la Boda Típica, fiesta de carácter tradicional que recrea todo el ritual de la boda a la antigua usanza. Dicha celebración cuenta con el apoyo y el patrocinio del Excelentísimo Ayuntamiento de Candelario, y con la generosa participación de numerosos vecinos de la localidad.
“El vivir humano se va tejiendo en la sucesión del tiempo: días y noches, semanas, meses, estaciones, equinoccios y solsticios, años… Y en la sucesión de etapas vitales: nacimiento, niñez, adolescencia, madurez y muerte. Estos momentos y fases que el hombre, y la colectividad de la que forma parte, vive están jalonados por celebraciones y ritos festivos.
Las fiestas se convierten, de este modo, en hitos y marcas con los que se va señalando la conciencia humana del paso del tiempo y de estar dentro del devenir… Mediante los ritos, el individuo afirma la pertenencia a la colectividad, queda ligado a ella por medio de ceremonias, de celebraciones, en las que participan los distintos componentes de la misma. Y la colectividad se liga con lo divino, con lo sagrado (ritos religiosos); con el transcurrir del tiempo (ritos estacionales); y con la naturaleza, con el entorno físico en el que se asienta y vive (ritos de terminación de las faenas y de los trabajos).
Por medio de los ritos la colectividad transforma el transcurrir de la vida en celebración de todo lo que la afirma, de todo lo que la singulariza, de todo lo que quiebra la rutina cotidiana. Las fiestas, con los ritos y ceremonias que les dan su carácter, se convierten así en expresión de la creatividad popular, y son elementos muy importantes de la cultura que el pueblo va elaborando en su vivir en el tiempo.”
Estas líneas resumen la importancia y el sentido del rito que aquí nos ocupa: la boda. Explican, desde el lenguaje científico del estudioso de la cultura tradicional, lo que el pueblo sabe y practica de un modo intuitivo. El pueblo suele ser misteriosamente fiel en la conservación de sus tradiciones y muy cuidadoso en la reproducción de todos los detalles de cada celebración. Esto parece responder más bien a una intuición de lo que es para él trascendente que a una conciencia clara y precisa de las ideas filosóficas que implican estos rituales.
Conscientemente o intuitivamente, en Candelario se han conservado muchos de esos rituales. Otros, por el cambio inevitable de la forma de vida, empiezan a perderse o han desaparecido ya totalmente. No obstante, en los últimos cincuenta años han surgido distintas iniciativas para recuperar algunas tradiciones. Así, hace unos treinta años, las hermanas Emilia y Ana Vallejera se vieron inmersas en la laboriosa tarea de recuperar cantos y celebraciones tradicionales de Candelario. Estas dos mujeres tuvieron la sensibilidad necesaria para percibir la riqueza artística y cultural de las tradiciones de su pueblo y se lanzaron a recoger por escrito y a intentar recuperar muchas de ellas. Así surgió la feliz idea de hacer revivir las bodas tal y como se celebraban en este pueblo allá por el siglo XIX y el proyecto caló enseguida en el ánimo de los candelarienses. Poco a poco y con el esfuerzo de todos se hizo posible la realización de La boda a la antigua usanza.
Fue en el año 1989 cuando se hizo la primera representación y desde entonces se ha venido realizando consecutivamente todos los segundos domingos de Agosto.
Hay que destacar que aunque hasta el momento ninguna pareja se ha atrevido a casarse de verdad aprovechando esta celebración, no perdemos la esperanza de que algún día esto ocurra, y entonces todos estaríamos muy motivados para hacer de esta ocasión un día más especial y más celebrado.
La estructura de la celebración, descrita brevemente, es la siguiente:
La fiesta comienza en la víspera. A las ocho de la tarde sale el pregonero anunciando la boda del día siguiente. Dos horas más tarde, es decir, a las diez de la noche, hay baile de tamboril en la plaza vieja. En dicho baile se reparte sangría de forma gratuita a todos los participantes. Al día siguiente la boda comienza a las doce menos cuarto. Los mozos y mozas partirán de casa del novio en busca de los padrinos. Todos retornarán de nuevo a la casa del novio “pa que no se escape” y juntos irán a buscar a la novia. Las casas utilizadas están en los dos extremos y en el medio del pueblo, por lo cual el cortejo recorrerá toda la localidad hasta llegar a la iglesia, en cuyo atrio se celebra el rito religioso. Luego vendrá el convite en la plaza Vieja, el baile y la entrega de regalos en la plaza del Humilladero, y el colofón lo pone el banquete nupcial que se hace en el Hotel Cristi a las tres y media de la tarde.
La boda típica resulta todo un acontecimiento en el pueblo y en la comarca. Asisten numerosos visitantes, tanto de la zona como de otros lugares, y suelen quedar fascinados con la belleza de la puesta en escena: la vistosidad de los trajes, el ritmo pausado en los recorridos por las calles, el ceremonial de cada fase, la alegría y también la severidad de los distintos momentos, la unión de todos los participantes, el escenario impresionante de la arquitectura tradicional, etc. Todo forma un conjunto que ofrece al espectador la posibilidad de recrear en su imaginación una forma de vida distinta pero muy ligada a la vez a su herencia cultural.
La riqueza y originalidad de esta fiesta reside sobre todo en los detalles. En otras localidades próximas a Candelario se celebran bodas similares, pero aquí todas las partes y elementos de la fiesta están muy cuidados: los bordados, las joyas, la forma de arreglar el peinado y el traje, los cantos, los gestos y símbolos, los movimientos del grupo, etc. Más adelante se irán describiendo y destacando el valor de cada uno de ellos.
Toda la celebración está organizada por la ASOCIACIÓN CULTURAL CUESTA DE LA ROMANA y patrocinada por el EXCELENTÍSIMO AYUNTAMIENTO DE CANDELARIO. Además, muchas personas del pueblo colaboran luciendo los trajes típicos, ayudando a vestir a las candelarias u organizando alguno de los muchos detalles que la fiesta implica.
Durante el siglo XIX las bodas en Candelario se celebraban siempre en verano, habitualmente en el mes de agosto, y solían durar varios días, pues el día posterior a la ceremonia continuaba la celebración con la denominada tornaboda. Hablando con nuestros mayores sobre los acontecimientos que tenían lugar cuando había un casamiento hemos reconstruido todo el ritual que consagraba y daba realce a este momento. Conocer el contexto cultural, económico y religioso en el que estaba inmersa la sociedad de aquel momento histórico es vital para comprender las costumbres y comportamientos que aquí se describen.
Cuando los contrayentes decían el “sí, quiero”, ésta era una afirmación con mayúsculas y, ante todo, implicaba un compromiso que se debía respetar toda la vida. Así lo mandaba la Santa Madre Iglesia, única en poder de la verdad e intérprete de la voluntad divina. Nadie se planteaba una posible separación, ni un abandono del cónyuge. A pesar de todo, también existía la infidelidad matrimonial, sobre todo por parte del marido, pero trataba de ocultarse de forma hipócrita para guardar las apariencias y evitar las habladurías.
Es importante subrayar las grandes distancias sociales y económicas que separaban a las personas y que, en cierta forma, les indicaban el camino a seguir o, más bien, los caminos que les estaban prohibidos. Así, la costumbre era que los jóvenes eligieran pareja siguiendo los consejos de sus mayores. Debían ser del mismo pueblo, de buena familia y con similar posición económica. Los ricos se casaban con las ricas y los pobres con las pobres, y todo lo que se saliera de esta norma creaba conflictos.
Casarse y, por consiguiente, crear una familia, era una meta esencial y casi una necesidad de nuestros antepasados. Las personas sólo podían relacionarse sexualmente bendecidos por la Iglesia Católica. La mujer que tuviera relaciones sexuales sin estar casada era una fulana y todo el mundo la rechazaba, incluida su propia familia. Si la mujer era infiel, era unánimemente condenada, sin embargo las posibles infidelidades del hombre eran tratadas de forma distinta. No era raro que el señorito se acostase con sus criadas cuando le viniera en gana; esto se sabía a ciencia cierta, pero aunque no se aplaudía, nadie lo condenaba abiertamente.
Un marido trabajador garantizaba el porvenir material de la mujer y de los hijos. También una mujer hacendosa y decente daba al marido los cuidados que necesitaba y la debida consideración entre sus vecinos. Cada uno se guiaba por la lección que aprendió ya en el mismo vientre de su madre y casi nadie se quejaba de su destino. Afortunadamente, hoy el papel de la mujer ha cambiado y puede mirar y actuar al mismo nivel que lo hace el varón. Aunque sin duda se han perdido valores familiares tradicionales, al menos se ha erradicado la hipocresía y se respeta más el espacio de la vida privada.
La historia de los casamientos de las gentes de Candelario en torno al siglo XIX tiene bastante similitud con los que se celebraban en todas las localidades de nuestro entorno. El acto religioso era igual, ya que el sacramento se regía fielmente por las doctrinas del Concilio de Trento. Las diferencias estribaban únicamente en las costumbres de la localidad, en sus cantos y en sus bailes. Nuestros antepasados nos han legado, casi siempre de forma verbal, la información de lo que sucedía en las bodas. Lo narraban afirmando que era la vivencia más fuerte, más bonita y más recordada que podía tener una persona en aquella época, en la cual sufrir penalidades y privaciones era lo habitual.
El noviazgo
Si un hombre pretendía a una mujer, ésta debía dejarse aconsejar por sus padres. Si éstos daban el visto bueno a la chica en cuestión, el chico trataría de hacer saber a su amada las intenciones que albergaba, y esperaría impaciente la respuesta correspondiente de ella, así como la aprobación, o no, de su familia.
Cuando estos obstáculos eran salvados y todo se daba por aprobado, ambas familias entablaban una relación de amistad especial en la que poco a poco se iban estrechando los lazos necesarios para que llegara el día soñado por los novios, que era naturalmente el día en el cual Dios habría de bendecir su amor.
El amor a veces no era importante, lo fundamental era si convenía o no este matrimonio. Se ponía especial énfasis para que la pareja no tuviera relaciones sexuales entes del matrimonio, por lo cual la vigilancia era muy severa. Las gentes en los pueblos casi siempre están más pendientes del obrar de los demás que del suyo propio, por eso no es de extrañar que se tomaran todas las medidas necesarias para evitar las habladurías. Había que ser decente y además había que parecerlo.
Cuando todo estaba consolidado y los lazos entre ambas familias estaban debidamente establecidos, se comenzaba a pensar en una fecha para la boda. Antes de todo, se fijaba una fecha para la petición de mano de la novia.
La petición de mano
La petición de mano se hacía un domingo por la tarde. Solía acontecer en la época navideña, unos meses antes de la boda, que se celebraba habitualmente en domingo y en época estival.
El novio, acompañado de sus padres y de sus familiares más allegados, acudía a la casa de la novia, donde les esperaban ella y su respectiva familia. Se producían los saludos de rigor y a continuación el padre del novio pronunciaba un breve discurso solicitando al padre de la novia la mano de su hija. Éste accedía a tal petición y a partir de aquel momento ambas familias acordaban todos los pormenores de la boda. Era costumbre en Candelario que se tomara un chocolate y dulces al atardecer. Y se hacía también un intercambio de regalos que popularmente tenía el nombre de “la entrega de la cesta”.
A partir de ese día ambas familias redactaban el inventario escrito de los bienes que cada uno aportaría al matrimonio. El nombre popular que tenían esos inventarios era “las hijuelas”. El novio firmaba el inventario de los bienes de la novia y ésta el inventario de los bienes del novio, en prueba de conformidad mutua. Normalmente, “las hijuelas” estaban expuestas en las casas respectivas de los futuros contrayentes para enseñarlas a familiares, vecinos y amigos.
El pijardo
A veces se incumplían las tradiciones y una chica se casaba con un forastero. Entonces los mozos del pueblo exigían a tal forastero una especie de impuesto por llevar al altar a la chica de allí. La cuantía de este impuesto iba en consonancia con la valía física y moral de la moza. Lo más frecuente es que todo se saldara con una buena merienda para todos.
También, aunque ambos fueran del pueblo, el padre del novio invitaba a merendar a las chicas solteras del pueblo, y el padre de la novia lo hacía igualmente a los chicos solteros. Ambos padres procuraban ser más generosos, a veces excesivamente, con el fin de procurar el reconocimiento de los invitados.
Las amonestaciones
Las amonestaciones son el anuncio que hacía el párroco en la Misa Mayor, tres festivos continuos, antes de la celebración de rito matrimonial y cuyo fin era informar a los feligreses de dicho acontecimiento, por ver si alguno tenía algún argumento que impidiera la unión de la pareja. Era costumbre que la primera amonestación fuera muy celebrada por ambas familias, por supuesto, si nadie había puesto algún impedimento al oír en la misa dicha amonestación.
A continuación transcribimos literalmente la certificación del libro de casados de la iglesia de Candelario del matrimonio celebrado el uno de septiembre de 1878 entre AGUSTÍN HERNÁNDEZ MARTÍN y ROSA ESTEBAN BEJARANO:
“ En la Iglesia Parroquial de Candelario, día primero de Septiembre de mil ochocientos setenta y ocho, el infraescrito Cura rector de la misma, previos los debidos consejos y precedidas las tres canónigas moniciones que previene el Santo Concilio de Trento, al Ofertorio de las misas populares en los días festivos continuos, once, quince y diez y ocho de Agosto, festividad que celebra nuestra Santa Madre Iglesia de la Dominica Nona Post Pentecostés, la Asunción de Nuestra Señora y Dominica Décima Post Pentecostés, sin resultar impedimento que obite a la celebración del citado matrimonio.”
Se citan claramente en el texto las tres amonestaciones o moniciones; se pronunciaban en el ofertorio de la misa popular, o también llamada “misa mayor”, y que las fechas eran los tres días festivos continuos antes del día de la boda.
Preparativos
La situación económica de los futuros esposos condicionaba la preparación material de la boda. Si eran ricos todo era mucho más fácil; sin embargo, si no lo eran, cosa más habitual, se obsequiaba con lo que se tenía, y frecuentemente, acababan el episodio aún más pobres de lo que eran. En la actualidad los que se casan, además hacen un buen negocio económico. Antes no era así. Es obligado decir que familia, amigos y demás invitados colaboraban solidariamente con lo que tenían, y entre todos procuraban que en ese día todo el mundo disfrutara.
Una semana antes del casamiento los mozos y mozas trabajaban afanosamente en los preparativos materiales para la celebración de tal acontecimiento. Ocho días antes de la ceremonia, las mozas iban a hacer “la cama” de los futuros esposos. Seguramente tal ceremonia estaba llena de bromas y de picaresca, con comentarios atrevidos de lo que iba a suceder en la noche de bodas. Era frecuente que los novios al acostarse en la noche de bodas, se encontraran con alguna que otra sorpresa.
En la semana previa, los mozos y mozas avisaban personalmente a los invitados, unos de parte de la novia y otros de parte del novio. También en esos días el ajuar de la novia quedaba expuesto en su casa, para que lo visitara quien quisiera.
Dos días antes se corría por el pueblo “El choto enmaromao”, el cual se sacrificaba para conseguir la carne necesaria para los banquetes. Después de la juerga que suponía todo esto se acababa el día con una merienda para los más allegados.
El sábado previo, los mozos traían las mesas, las sillas, los cubiertos, etc., de las casas vecinas. Las mozas mientras tanto se dedicaban a adornar la iglesia con esmero. Después de estas tareas, todos juntos merendaban y a veces concluían con un animado baile. Por la noche los hombres solían salir de ronda, en la cual se entonaban cánticos tradicionales, y otros con aires picarescos en cuyas letras a veces se hacía alusión a las intimidades de los novios. La música de tamboril tapaba a menudo letras obscenas y cantares desafinados. Todo se hacía con buena intención.
La música y los bailes
Durante la celebración de la Boda Típica se entonan varios cantos que animan y ensalzan los momentos más destacados del ritual. Todos ellos se acompañan con el salmantino sonido de la gaita y el tamboril.
Las melodías, sencillas y pegadizas, resultan asequibles a todos los participantes. Y las letras, más desarrolladas, van destacando, ante todos los acompañantes, la importancia de los acontecimientos que se van sucediendo.
Es muy llamativo el estribillo, ajeno, por su contenido y por su ritmo más marcado, al carácter general de las estrofas.
El discurrir de los cantos es el siguiente:
Una vez reunido el cortejo se dirige a casa de la novia; allí la reclaman todos desde la calle con esta canción:
A por la novia venimos
si nos la quisieran dar.
(A lo que contestan desde dentro de la casa)
Esperaros un poquito
que se acabe de arreglar. (bis)
¡Qué bien lo entiende
|
mi primo Juan!,
¡qué bien lo entiende:
no trabajar!
Los buenos días les damos
a los novios y padrinos
y a toda la vecindad
de este pueblo peregrino. (bis)
Estribillo
Despídete dama hermosa
de la casa de tus padres
que ya no vuelves a ella
solterita como sales. (bis)
Estribillo
No olvides este corral,
ni tampoco el enrollado,
mira que dejas en él
los padres que te han criado. (bis)
Estribillo
Caballero que la llevas
mírala con atención
que le llevas a sus padres
un ala del corazón. (bis)
Estribillo
Esta calle está enrollada
con rollos de chocolate,
que la enrollado (nombre del novio)
para que (nombre de la novia) pase.
Estribillo
Si la novia lleva rosas
en las puertas del manteo,
el novio lleva claveles
en las alas del sombrero.
Estribillo
La sierra de Candelario
está cubierta de flores,
por eso las candelarias
tienen tan buenos colores.
Estribillo
Palomita voladora
que en el pico llevas flores,
despídete de las mozas
que te vas con tus amores.
Estribillo
La sierra de Candelario
está cubierta de nieve,
por eso las candelarias
gastan serenero verde.
Estribillo
Novios, padres, padrinos y todo el acompañamiento, caminan hacia la iglesia cantando diversas canciones. Un mozo llama a las puertas de la iglesia y canta:
Ábrase la puerta
del castillo fuerte
que viene la novia (bis)
con toda su gente.
Cuando se están casando los novios se canta:
El novio le da a la novia
un anillo de oro fino
y ella le da su firmeza
que vale más que el anillo.
En la iglesia:
Al subir la iglesia arriba
se agarraron de la mano,
el clavel, la rosa fina,
como si fueran hermanos.
Al subir al altar
recibiréis a Dios
y allí le pedireis
felicidad para vuestro amor. (bis)
al poneros las pelambres
con el pensamiento os digo
cuidado no os asustéis
que recibiréis a Cristo.
Al bajar del altar
la virgen la Asunción
extenderá su mano
y os echará la bendición. (bis)
En la calle:
Mañana cortará
Cupido en su jardín
estas hermosas flores
que se han amado con frenesí. (bis)
Por la mañana al ver
la aurora boreal
vuestros padres y hermanos
llenos de amor os bendecirán.
Por la mañana al ver
Cupido su jardín
ve dos hermosas flores
que se han marchado con frenesí. (bis)
Una vez concluida la ceremonia religiosa se recibe la enhorabuena en casa de la novia, seguida de un convite. Durante la comida se canta:
Toma novia esta naranja
repártela por la mesa
da primero a tu marido
como lo manda la iglesia.
Estribillo
Toma novia este ramito
cargadito de manzanas
despídete de las mozas
que te vas con las casadas.
Estribillo
El cielo está muy azul
con estrellas y luceros.
Dios os haga bien casados
humildes y verdaderos.
La limonera:
La señora madrina
cara de lirio
para entrar en su casa
licencia pido.
Estribillo:
¡Ay, de la limona,
la limonera!
¡Ay, de la limona!
Mira novio a la mesa
hay una rosa
que al salir de la iglesia
será tu esposa.
Estribillo
Mira novia a la mesa
ahí hay un lirio
que al salir de la iglesia
es tu marido.
Estribillo
Si el pajarito, madre,
desde la rama
por el pico decía
¡vivan las damas!
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7. La música y los bailes.pdf
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5. Continuación descripción.pdf
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4.Descripción de La boda típica.pdf
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3.Celebración de la Boda Típica.pdf
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1. Indice e introducción.pdf
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